HIBERUS FLUMEN

Fui el rey bastardo de mi reino,
vestía con seda y lino,
y mi corona te cegaba con su brillo.
Hasta que llegó el frío invierno.
Ése que alimentó, a mi río Ebro.

Ahora en este domingo perfecto,
el cierzo ya no recita,
ha dejado paso el viento bufón
a un río que no puede volar,
que arrastra mi vida y la de los demás.

Las riberas rectificadas
desvanecidas tus huellas

al paso de su gran riada.

La crecida marrón, desbocada,

y su fluorescencia descarrilada.

El aroma  de la tierra seca,

conquistada por la mojada.

Tierra seca, deshauciada,

por la natura, por el agua.

Por ella mi esencia, navega, navega.

Las riberas y sus gentes

suplican, y miran al cielo.
Esperan a un dios con bayeta,
con un pozal de armadura,
y una fregona como saeta.

Mientras sus hijos

sólo juegan a soñar,

que buscan cantos,

piedras planas para tirar.

Y en su batalla al agua brava besar.

Solo los ojos del puente,
no tienen miedo a mirar.
Por ellos han pasado
nuestro principio,
nuestro final.

Esos ojos, esos ojitos,
se quedaron ciegos,
no me dejaron abdicar.
Ni los pontones pudieron,
enseñarle al río, el camino a la mar.


Ahora soy un caballero oscuro,
sin cuna, ni casa, ni país ni reino.
Vestido con trapos y harapos, 
y mi corona está llena de sueños.
Mi corona es la que quiere atrapar.

A esa frágil mariposa
que vive en mi estomago,
y vuela sin cesar.

Que pase está crecida,
que vuelva la normalidad.