Introducción


"Hay que detenerse un momento, y mirar al cielo en vez en cuando, y darse cuenta de que A VECES, tienes que hacer las cosas AHORA...
en vez de más TARDE... porque LUEGO... LUEGO puede ser dentro de un montón de años y LUEGO, puede ser ya demasiado TARDE... y lo siguiente a NÚNCA... JAMÁS."

a la libertad...

a la libertad...
Todo lo que no ha salido de mi jaula se encuentra en cursiva

MUJER, COMPAÑERA.

domingo, 14 de febrero de 2016


Cabello de olas de mar 
con salitre de la mañana.

Melena que agarro 
con una mano, 
cuando toco con la otra
la curva de un chelo
acompañado de su piano.

Frente despejada sin nubes
por la que viajan mis hadas,
acompañadas de cuervos y milanos.
Escoltados por escobas de brujas 
con consejos de Dios a sus grupas… 
…por si existe.
Con risotadas de mil demonios, 
que por Dios existen.

Ojos de pan tostado.
Pupilas de manta marrón
de soldado olvidado,
en cuerpo de guardia 
con chinches chinchando
recién despertados.
Niñas con recuerdos,
mojados en un mar
de agua poco salada.

Pestañas de palotes tachados
que son días, semanas, 
meses y al final años, 
en paredes de cárceles
pintadas por prisioneros.
Presos que no se dieron cuenta 
que eran poetas volando tras las rejas.

Nariz, de una sola puerta abierta, 
ventana sin cristales, 
corriente, ventolera.
Y en la paz de la noche,
suspiro acompasado,
que en su metamorfosis con la penumbra,
se convierte en bramido enloquecido 
que se despierta a si mismo.

Boca que quiere mi boca, 
con el amor que le dio una suegra 
que se volvió loca,
por no tener rosas 
en las bodas de una posguerra.

Boca, que con mi boca 
siempre busca su lengua
y un chicle de fresa,
para hacer bombas,
sin muertos y sin esquelas.

Morro de zorra de moraleja sin fábula,
convertida en mil gemidos cálidos.

Boca por donde se escapan los gritos
de la capitana de mi navío.
Capitana sin bandera, 
que nunca navega a la deriva, 
y que como yo,
tampoco busca tesoros,
ni alhajas, ni riquezas.
Sus labios llegan a mi orilla
dónde actúa un ilusionista.
Boca de compañera de mago 
que explota burbujas
con sus besos y arrumacos.

Barbilla en columpio de madera 
del niño que ya no es niño.
Mentón de columpio balanceado 
cuando habla, cuando come, 
cuando me come, y después duerme.

Voz que no es de megáfono
para hacer política, 
ni de micrófono,
ni de mentira.


Cuello de collares de cielo
dónde me dibuja miles de aves.

Brazos de pan poco horneado
con codos de barra francesa,
que me acompañan
con sus suaves besos
de miga de pan de hoy,
de ese pan tierno de cada día.

Manos de pinceles, 
de acrílicos dorados.
Mimbres entrelazados
con mis mimbres.
Cazo improvisado
para dar de beber
al niño en verano.

Senos tapados 
con corazas de tortuga, 
pezones de costuras anudadas
de globos hinchados.
Pechos de pelotas de niño 
abandonadas en un parque,
y mojadas por la lluvia de cielo,
junto al tobogán por el que me tiro 
para llegar a su ombligo.

Hombros que sujetan sollozos
en el adiós de la ducha 
de las templadas mañanas.

Espalda mojada,
con lunares naufragados
en arrecifes ensangrentados.
Más abajo de su dorso,
sale del mar, de su bañera,
de los vaqueros, de una falda,
sale de su cuerpo
mi tesoro.

¿Ancas de rana? Sólo si desea,
y si la música es de vihuela.
Piernas luchando por la libertad
en un invierno en guerra.
Sus armas entre las sábanas
combatiendo con la franela.

Cadera de laúd afinada 
sin cuerdas, ni trastes,
a la espera de mi voz de madera.
Grupa de guitarra tumbada,
que acaba en su roseta, 
confundida con la boca
de una suave chimenea.
Fogón que siempre que llego,
me pregunto si lo enciendo.

Piernas que juntas o separadas
se sientan en mi cadiera.
Intersecciones de líneas 
con mis líneas,
adyacentes... 
en el lecho y en el suelo.

Y en el agua: 
matemáticas
y trigonometría suspendidas.


Rodillas olvidadas de harina
en los hornos de leña, 
de las panaderías de la aldea.

Gemelos de bolsa de agua caliente,
por mis abuelos forrada de lana,
con buen tacto para que no abrase,
y temple tanto las barrigas
como los pies en la cama.



Pies, que no son "pieses",
dudando entre sus plantas
sus dedos y sus empeines. 
Será porque ella quiere
que el poema nunca acabe,
o por mi borrachera 
de final de carrera, sin carrera.

No se pongan nerviosos.
Que ya sólo queda su fragancia,
y esto ya se acaba.

Aroma de cuatro estaciones:
Garabatos del jazmín de verano 
escondidos en sus lóbulos.
Olor huido, en el otoño
de hongos encarcelados
por hojas secas.
Invierno con esencia de mi leña
ardiendo en su chaminera.
Con larga espera de mecedora, 
por la demora y la tardanza
de la vuelta de mil flores 
que acompañan
a esta puñetera primavera.


Andares de aire... 
viento... 
brisa suave.


Que recuerdo.

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